Bienvenidos a mi Blog

Cada vez iré recordando y escribiendo más. Y el recuerdo es el idioma de los sentimientos, si... Amo vivir así, lacerándome dulcemente... Además parece que me especializo en causas perdidas, las pierdo primero y luego me largo tras ellas como una loca. Igual que Oliveira.
Amo a Julio Cortazár.

sábado, 28 de mayo de 2011

De como conocí a Alejandro (easy come... easy go)

Mi geme me ha dicho que esta mal que sólo escriba acerca de ti

por lo tanto comenzaré a escribir sobre alguien más.

NO te vayas a poner muy celoso,

 y no dejes de visitarme por las noches.
Sabes que te adoro sólo a ti y a nadie más que a ti. Mi amor. 
Te amo mi amor.


Yo no sé porque, pero tiendo a enamorarme más de los hombres que me dejan
que de aquellos que se quedan a mí lado. 
Ya sabés, de esa clase de Chicos, y no hombres,
que darían su vida por mí. Literalmente.
Que si yo lo pidiera harían lo más ridículo, 
cumplirían hasta el más nimio de mis caprichos.
Todo sea por complacerme.

Y sé que es malo lo que voy e escribir, pero a veces me aprovecho un poco de ellos.
Pero en cierta forma es su culpa; es decir, si no se pusieran a mis pies no los pisotearía como a veces hago, y yo digo que lo hago sin ánimos de ofender.
Aunque bien dice mi mamá que los golpes ingren. 
Que es como patear cachorritos.
Que es así… ya me entendiste.
Y lo mismo me pasa a mí cuando alguien me deja.
Alguien como Omar, o como Alejandro; 
que aunque solo salimos una vez, lo recordaré siempre.

Y pues como que se me antoja hablar de Alejandro.
Sí, ya he hablado de él, pero en dos cuentos, 
y en un diario que le preste a Gustavo.
Pobre Gustavo, ya se enamoró de mí. Que le voy a hacer. ¿?
Soy  adictiva, soy especial.

Feels like I’m falling… falling…

Y a Alejandro lo conocí un jueves cualquiera, yo iba algo enfurruñada por el chino y eso de que me daba celos con Andrea (la muy puta se ha rizado el cabello como yo) y pues así.
Habíamos tenido hora libre de química o algo así, 
no me acuerdo bien.
El punto es que luego de un ratito con las lunas, me aburrí, decidí irme cuando el chino venia hacia acá con su sonrisa de que se creía un galán el muy idiota.

Imagina... Ves como soy mala? 
Jajajajaja soy un pinche desmadre.
El Chino, de pura (y puta también) 
mera casualidad se llama Carlos.
Entonces, me largo, evitando así toda inútil confrontación y/o charla “amena”. 
Punto.
Nada de demostrarle celos al carbón ese con cara de Huno. 
Nada. Adiós, hasta nunca.

Comienzo a caminar, mi vista va fija en el suelo. 
Hasta que un par de patines se atraviesan.
Pienso que es bellísimo, y voy viendo como sortea los obstáculos de la calzada del hueso.
Que por cierto el pavimento no es nada liso, tiene sus imperfecciones, sus banquetas, sus así.
Sigo mirando, cuando me atrevo a levantar la vista es un sujeto que va caminando al lado de algo que parece ser su tía. En fin, es delgado, alto y viste todo de negro sin dar la apariencia de ser gótico o nada de eso; o al menos de espaldas. 
Y es blanco, o al menos su cuello y brazos.
Así pues, iba yo embelesada tras sus patines. Y la altura de Hotters Miramontes él se voltea porque su tía se detiene yo levanto la vista, él gira medio cuerpo hacia mí. 
Me sonríe. Le sonrío.
Cuando su tía o lo que sea que fuera encuentra lo que buscaba en su bolso reanudan la marcha. Claro que todo esto pasó más rápido que lo que me tarde en contarlo. 
Cruzo Miramontes.

Lo pierdo, es decir de vista; 
y me pongo a esperar el bus que me llevara a casa.
En eso, pienso precisamente que qué bonita sonrisa y que como le sonreí yo así nada más y siento que alguien me toca el hombro. Volteo de inmediato sorprendida y creo que en mi vida he visto al muchacho que me sonríe y me pregunta si me daría tanta pena como a él que me hiciera la plática. 
Le sonrío otra vez. —Ay no cómo crees?
O alguna babosada si le dije intentando ganar tiempo y lo vi de arriba abajo. 
No sé cómo me costó reconocerlo; 
si era el tipo de los patines y la sonrisa mágica.
Sonrisa mágica por que fue recíproca. 
Yo no sé, algo me impulsó a sonreírle también.
Y es que era tan sincera y brillante y tan… Entonces, yo le digo:
—Te molesto que te fuera viendo?
—Ay no como crees… (risas)

Y no, quizá no me vas a creer. 
Pero no recuerdo que más me dijo.
Pero si recuerdo que yo le preguntaba si no tenía otro nombre
puesto que tengo mala suerte con los “Carlos”. 
Pero recuerdo que le daba mi teléfono.
—Me llamo Alejandro. —Dijo él. El. Y yo sonriendo como estúpida y dándole mí teléfono a un completo desconocido. 
O bueno, no. Al menos sabía que se llamaba Alejandro.
Pero es que me sonreía tan lindo, y esos ojos castaños. ¡Quien podría resistirse!
Obvio para anotar su teléfono y que él anotara el mío saque un cuaderno cualquiera
y ya pues, le anote nada más el número de mí casa. Me dijo:
—Pero y el nombre?
Ay yo estaba tan nerviosa que había olvidado escribir mi nombre, y bromee.
—Es para saber si sabes escribirlo, si sabes me vas a caer bien.
—Y cómo te llamas? —Yo aún decía mi nombre real y no homónimos ni esas cosas.
—Maritza. —vi como escribía con letra medio cursiva mi nombre, y lo escribía bien.
Sonreí complacida, él me miro y le dije que estaba bien.
Entonces le dije que tenía que irme. No recuerdo como nos despedimos.

Jamás, en toda mí puta vida olvidaré su sonrisa.

Días después me llamó.
Bueno, no recuerdo con exactitud si fueron días 
o uno solamente.
Y a decir verdad no quiero revisar el diario 
en la parte que lo menciona.
Porque me dan unas ganas enormes 
y terribles de escribirlo de nuevo
como si con eso pudiera cambiar el final tan insípido, 
tan no glorioso. 
Tan se acabó.


Hice trampa.
Miré el diario y leí esa parte que habla de él. Y comencé a contar nombres.

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