Bienvenidos a mi Blog

Cada vez iré recordando y escribiendo más. Y el recuerdo es el idioma de los sentimientos, si... Amo vivir así, lacerándome dulcemente... Además parece que me especializo en causas perdidas, las pierdo primero y luego me largo tras ellas como una loca. Igual que Oliveira.
Amo a Julio Cortazár.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Ojo de tarde de verano


Hace un par de días, en el camión que me llevaba a la prepa,
 vi el ojo más dulce que haya visto jamás. Y no, no era un tuerto ni un emo.

¿Cómo? ¿Dónde? Pues si me tienen un poco de paciencia se los contaré en unos párrafos más.


Bien, pues como sabe todo el mundo, hay una hora de día en que los microbuses se llenan hasta decir basta, la gente empuja, te pisan los pies, los codos de otros se te encajan en los costados, el ruido infernal que lleva el chofer se junta con los gritos terribles de los tripulantes, puedes oler el aliento del de junto y otras cosas más que no quiero describir porque no quiero que se lleven una mala idea de la ciudad de México. En fin, era tarde y por lo mismo monté el micro que me lleva a la prepa en un santiamén, no podía irme caminando, no esta vez. Ya arriba, y al notar que iba llenísimo opte por recorrerme hacia atrás, no quería yo que nadie me estuviese friccionando el trasero “accidentalmente” y que luego se disculparan con una de esas sonrisas que solo tienen los habitantes de estaciudad: de pedir perdón enseñando las quijadas dispuestas a morder en cualquier momento; y pues me recorrí tanto como pude. Termine en medio de una señora bajita (tenía 3 lunares) de esas que se cortan el cabello como si fueran hombres y se lo tiñen como si fueran trabajadoras de Tlalpan, y un tipo de traje, de esos que los trajes los hacen verse ridículos,(que tenía tan solo en la cara 7 lunares) que apestaba a colonia barata y llevaba unos audífonos color mírame-a-huevo y marca comprados-en-Tepito. Y sé cuántos lunares tenían porque tengo una manía muy curiosa: ando contando lunares por todos lados, o al menos los visibles, y es bien raro, pero la gente en está cuidad tiene lunares hasta para aventar pa’rriba, y yo solo tengo 3 en todo el cuerpo, y para contármelos no tienes siquiera que desnudarme.

En fin, para entretenerme en algo seguí mirando a los tripulantes de la nave mexicana, y me preguntaba a mí misma: ¿Cómo pueden ser tan feos?Y ya no me sorprendió que los estudiantes (que van a la prepa igual que yo) fueran sentados y las ancianas, las pobres ancianitas, fueran de pie. ¡Sí! de pie las señoras, las pobrecitas señoras que van a la clínica 32 que se encuentra un poco antes de la prepa. Es sumamente normal, en esta ciudad, llegas a aceptar como algo cotidiano esta falta  ya no de amabilidad, sino humanidad para con las pobres viejitas.
Quizá por lo mismo nunca tomo el ruta 13, porque me dan lástima esas viejecitas, y no quiero des-humanizarme, pero en este día yo llevaba prisa y tome el pesero y aquí me tienen.

El sol me daba en la cara, y aburrida de mirar por la ventanilla como si viera algo, dirigí mí mirada a la puerta trasera del microbús con la intención de contar lunares en los antebrazos y en eso, tan repentinamente, tan mágicamente, mis ojos se fijaron en uno de esos pasajeros que no vuelves a ver en toda tu vida.Era un pasajero parado junto a la puerta, no muy alto (y yo sufro mucho cuando veo a un tipo guapo y enano) con una piel apenas mancillada por el sol, es decir era blanquito el wey. Y sobre todo me encanto su cabello largo y castaño que brillaba con reflejos dorados gracias a la luz que provenía a raudales de la ventanilla, me fascino su perfil tan fantásticamente griego y tan poco azteca y me extasío esa parábolarasgada que perfilaba su manzana de adán, y ya me imaginaba mordiéndolacuando el susodicho sintió mi mirada sobre sí  y giro la cabeza hacia donde yo estaba, y esa misma luz que hacia brillar sus cabellos hizo brillar su ojo como si se tratase de una fuente de miel.


 Y digo ojo porque solo alcancé a ver uno de esos maravillosos ojos, el otro me lo tapo la cabeza de algún otro pasajero enano al cual odiare por el resto de mi vida. ¡¡¡Muere hijo de Cuitláhuac!!!
Al mismo tiempo que bueno que solo vi uno, porque muy raras veces veo algo hermoso en esta ciudad y es tanta esa repentina belleza que yo no sé dónde fijar la vista para sacar la foto mental. Pero eso, como sabrán, es defecto de mí mirada que perdí un día y jamás volví a encontrar. No sé bien si la perdíen sus ojos negros, o entre sus piernas, o aquella vez que lo vi por vez primera completamente desnudo. O quizá aquella vez en la oscuridad que yo…
Pero en que iba… Ah! Sí, yo me quede impactada con la visión de ese ojo, ese maravilloso ojo color miel, que era como una tarde de verano, de esas en que todo brilla con un resplandor dorado especial. Supongo que tenía la boca abierta como si contemplara una obra de arte en medio de un tiradero, y lo supongo bien, porque le vi esbozar una sonrisa con esos labios ni tan finos ni tan gruesos y en ese instante ese preciso y precioso instante en que seguro la luz del sol hacia lucir mis pestañas azules y mí cabello rojizo aparté la mirada un tanto avergonzada.
Seguí viendo la ventanilla como si tal cosa, pero, en realidad, lo único que quería mirar era de nuevo ese ojo, y de ser posible ambos ojos, mirarlos brillar con la misma intensidad, aunque no pueda decidir cuál es más hermoso para clavar en el los míos.

Mirando por la ventanilla noté que estábamos ya a menos de una cuadra de la prepa, mire hacia la puerta una vez más y note, atónita, que el pasajero de ojos de tarde de verano no se había bajado aun. Entonces, con el corazón latiéndome como perro furioso, y decidida a seguir un impulso estúpido que me ordenaba con voz de súplica “bésalo” me abrí paso entre los aztecas que nos separaban; y que ya no eran muchos pero hacían que avanzar dos pasos usara el esfuerzo necesario para avanzar veinte. O así lo sentí yo.Y cuando llegue a él yo… yo… juro que lo habría hecho de no ser porque en ese instante mismo llegamos a la parada y bajo como un relámpago sin siquiera esperar a que el micro se detuviera por completo. Salió despedido y casi lo arrolla un taxi. Yo baje después de unos cuantos y cuantas,  resuelta  por lo menos a seguirlo para averiguar si iba a la prepa o a cualquier otro lado. Imaginen cual fue mi sorpresa al verlo dirigirse a la prepa, y mayor mí sorpresa al verlo caminar como un loco maniático apresurado por el camellón que divide la calzada del hueso en dos sentidos. ¡Oh por dios mío! Exclame yo con tono teatral, y apretando el paso para darle alcance, cosa que por supuesto no sucedió ya que él iba como bólido por el camellón y yo como atontada por entre la multitud que camina lentísimo.

Lo inaudito aquí es que ni siquiera me di cuenta de la gente que me rodeaba, por primera vez en cinco años que llevo en esta ciudad no advertí a los monstros que me asediaban amenazantes.
Lo único que veía era su guitarra desdibujándose con prisa en el horizonte.

Llegue a la prepa en trance, casi jadeando y me encontré con mis compañeros con los que tengo un proyecto cinematográfico. Ellos estaban cerca  de la puerta de entrada, y con la esperanza debida les pregunte atropelladamente si no habían visto pasar a un muchacho con ojos de tarde de verano.

Al ver que no tenían ni puta idea de lo que hablaba se los describí brevemente: no muy alto, blanquito, delgado, pelo largo hasta por aquí —incluso señale hasta donde usando mí cara como muestra— y castaño claro, ojos miel, vestía una playera guinda, llevaba una guitarra.
Obvio que no vieron nada, aquí nadie es tan observador(a) como yo.
Se quedaron mudos y me preguntaron porque le buscaba, entonces, en lugar de decir que me encantaron sus ojos lo pensé un momento, y pensé en la descripción que recién había dado, entonces me di cuenta de que estaba describiendo a mí amado argentino: Leandro.
Y por supuesto que se los dije “es que se parece un infinito a Leandro” cosa que no les importo en lo más mínimo, pero a mí en lo personal, me hizo darme cuenta de porque caí tan fácilmente ante el embrujo de esos ojos de dulzura incomparable. De esos ojos de tarde de verano.

Así pues, pase el resto del día buscándolo ávidamente por la prepa, quería ver a mí avatar de Leandro en la prepa, aunque no fuera el mismo era él.
Y por un momento eso bastaba.
O eso pensé

viernes, 4 de mayo de 2012

Los adioses son para siempre.


Tom, abrazando el cuerpo de su amada. Ella aun sangra, la herida en el cuello termino con todas sus mentiras. Con la punta de los dedos, como si temiera romperla, acaricia ese rostro que nunca más va a sonreír. Luego, como si ella aun pudiera escucharlo dice con la voz más rota que se haya escuchado jamás:
 —El amor que me diste me dejo solo.

Comienza a llorar. Muchas de sus lágrimas caen en parpados de ella, son como lágrimas trasplantadas y hacen creer que el cadáver llora. Tom la abraza con mucha más fuerza.
Minutos antes Tom vigilaba la escena desde la ventana.
Quería entrar en el momento perfecto. 

Hacer de todo esto una cruzada epica.
Derrotar al dragón que la mantiene en una torre donde le tortura haciéndole creer que la ama.


Ese asqueroso hombre que juega con los sentimientos del mejor personaje que pudiese haber en cualquier libro, la perfecta heroína, según palabras de Tom.
Y entro justo cuando Él salió. 

Vaya valentía.


Ahora Tom está catatónico. 
Le susurra cosas que no entiendo al bello cadáver que tiene entre sus brazos. Lo toco por el hombro y entonces nota que estoy ahí.


Me mira con unos ojos lejanos y vidriosos, entonces me pregunta:
— ¿Por qué no me detuviste?


Yo no sé qué decirle. Le digo que es hora de limpiar todo este desastre.
Pero él parece no escucharme, pues vuelve a hablarle a su doncella inerte.
Luego, tras un minuto de silencio que no me atrevo a romper él se levanta, y dando tumbos se dirige a la ventana con su amada en los brazos. Estamos en un piso alto. Veo sus intenciones de tirarla y lo detengo. Forcejea. 


Y luego cae. Me dice entonces, de rodillas otra vez sobre ella.
— ¿Recuerdas cuando la conocimos? Aquella primera vez que estuvimos con ella.
Le digo que si me acuerdo.


Como iba a olvidarla. 
Recuerdo muy bien lo nerviosos que estábamos.
Recuerdo como Tom quería escapar y solo se topó con una pared. Recuerdo su mano buscando el apagador de luz. Ese miedo infinito que sentía a cada paso que daba.
Esas ganas mías de sacar la navaja del bolsillo y comenzar a cortarle la blanca piel.
—Primera y única y última vez que estuviste con ella.
Le recordé todavía mientras buscaba una sábana para llevárnosla.


Entonces comienza a hablar solo. Dice prácticamente lo mismo que pensé contestarle.
Lo escucho sin mirarlo.
Esa expresión en su rostro da miedo.
Los ojos desorbitados, la sangre sobre su mandíbula desencajada y labio tembloroso. 

Prefiero seguir buscando algo en que envolverla.
Las sabanas de la cama junto a la que cayo están llenas de sangre y semen. No me sirven.
Paso un par de veces junto al otro cadáver. El de Él.
Yace bocabajo. Un charco enorme de sangre se extiende como su sombra.
Merecía todas y cada una de esas puñaladas.
No debió tocar a mi alma jamás.


<<Era de otro, que también la quería. Era de otro que no la merecía>>
Pensé al volver a ver el rostro sin vida de la amada de Tom.


Tom quiere olvidarse de esto.
No quiere cooperar.
Lo amenazo, le digo que cortare su cuello con la misma navaja que corto el cuello de su amada.
Entonces me reta.
Me incita a hacerle daño.
Pero sé que aguantara, incluso le gusta el dolor, así que me dirijo a su amada inmóvil y sacando la navaja que había guardado minutos antes comienzo a hacerle cortes en los muslos.
Tom me detiene exaltado.
Le digo que solo estaba jugando.
Me dice que para jugar está el cuerpo del otro.
Y se pone, frenético, a lamer la sangre que comienza a brotar de los muslos de ella.
Le digo que es patético. 
Exige que lo deje en paz, dice que soy un hijo de puta.
Y prosigue con su labor de vampiro carroñero.


—La amo. —Dice él de pronto.
—La amabas. —Le corregí.
—La amo. —Repitió sin hacerme caso alguno.
Y luego beso al cadáver una vez más.


Me quedó contemplando el cuadro.
Es tan patético.
Pareciera un bufón muy malo.
Y él que quería ser el héroe.
Incluso recordarlo da risa.

Tom como un héroe. Ja.


Esa manera envalentonada y socarrona de entrar en la habitación de ella cuando estaba semidesnuda.
Y en lugar de hacerme caso y follarsela con furia como a ella le gusta, le ofrece algo para que se cubra.
Claro está que ella lo rechaza y le pide que se vaya.
Dice a media voz:
—Él vendrá en cualquier instante. —Y luego le da la espalda.
A Tom no le queda más remedio que cogerla por los hombros,
darle la vuelta y sacudirla al tiempo que le grita:
— ¿Me odias? ¿Me amas? Te hará daño, ¿Quieres creerme? ¿Me dejas salvarte?
Pero no obtiene respuesta alguna, pues ella con sus ojos enormes abiertos como platos solo lo mira sin decir palabra.
Y Tom, furioso, vuelve a la carga.
— ¿Crees que ya no me necesitas? ¿Quieres dejarme? ¿Así es como termina todo?
—Déjame. —Dice ella mirándolo con coraje— Nunca hubo nada. Largo.

Y esto desarma al Valiente Tom.
Yo estoy a nada de soltarle una bofetada cuando entra Él.
Tom casi se muere de un ataque al corazón. Es mucho más difícil de lo que había pensado.
Así que me mira como suplicante.

Yo tomo el control y le ladro a Él que es un hijo de puta y que me voy a llevar a su puta porque es más mía que suya y que se haga a un lado si no quiere salir lastimado. Tomo a la amada de Tom por un brazo, que por entonces estaba viva y tibia, y me dirijo a la ventana. Él no hace nada. Solo se ríe como villano de caricatura.
Ella mira al suelo mientras camina detrás de mí.
Pero Él nos da alcance en un par de pasos y tomándola por el otro brazo me la arrebata.
Tom ruega por que haga algo, entonces saco mi navaja y lo amenazo con ella, le digo:
—Te lo advertí.
Y hago un corte muy rápido en su pecho. Él sonríe como si le gustara, luego le suelta un puñetazo a Tom que estaba ahí nada más parado como un idiota, y cuando Tom se dobla sobre mí mismo le da una patada en la cara.
Comienza a sangrar, y yo me enojo.
Así que en cuanto se me acerca un poco para atacarme le doy una puñalada justo donde le había hecho el corte anterior. 
Ella suelta un grito desgarrador. Lo cual, debo confesarlo, incita a Tom a hacer lo mismo unas veces más.


Él, en el piso, es una presa fácil. Clavamos la navaja una y otra vez en su carne dura.
Y debido al primer golpe no puede ni moverse. Ella viene corriendo hacia nosotros y trata de quitarme de encima del cuerpo de su amado.
Yo me dirijo a esa parte que ella ama de él, y ella adivina mi intención y se queda quieta.
Le digo que si da un paso más voy a cortarlo.
Ella se queda sin saber muy bien que hacer y mientras veo el miedo y la súplica en los ojos de ella, le corto el miembro de un tajo.
Él grita.
Ella también y cae de rodillas.

Tom y yo reímos mientras nos baña la sangre que brota a borbotones de su ahora inexistente hombría. Bueno, existe aún, en mi mano y ya no se ve tan grande. Necesito saber si causa el mismo placer vivo que muerto, así que se me ocurre algo y no puedo evitar sonreír.
Tom sigue apuñalándolo mientras yo me acerco a ella, está pálida.
Tan pálida y pasmada.
Necesita un poco de color, pienso yo, y paso el miembro amputado de su amor por sus labios, enrojeciéndolos con la sangre que aún queda en el.
Ella ni se inmuta cuando le abro las piernas y le introduzco el sexo muerto en su sexo vivo.
Vuelvo a cerrarle las piernas y parece una geisha de lo blanca que está, y los labios rojo sangre. Sangre real, de él, de su amado.
Sonrío al ver mi obra de arte.
Tom se le queda mirando también y deja de apuñalar al otro.
Él, con las pocas fuerzas que le quedan repta hasta ella.
Tom espera a que este muy cerca de ella, y cuando está a menos de dos pasos le clava una última vez la navaja en medio de la espalda.
La estocada final hace sonreír a Tom por primera vez en la noche.

Ella se acerca a Él, llorando, desesperada y resignada al mismo tiempo, y le ofrece su regazo como almohada postrera.
Y de verdad no me esperaba esto.
Pero él se saca la navaja de la espalda y se la ofrece a ella, ella lo mira con amor y entonces se clava la navaja un par de veces en el pecho, como para comprobar el filo y luego se corta la garganta con un tajo lento y profundo. Sonríe mientras lo hace.
Él se baña con la sangre de ella y sonríe también.


Yo no podía creérmelo.
Y no pude moverme, pero Tom de inmediato corrió hacia ella, aparto a Él de una patada y cayo de rodillas sobre un charco de sangre para luego abrazar a su amada que se desangraba con velocidad impresionante.
Las manos de Tom inútilmente trataron de cerrar la herida del cuello, de detener la hemorragia. 



Entonces, como si hablándole pudiera salvarla comenzó a decirle muy de cerca cosas que querían sonar dulces y no terminaron siendo más que líneas patéticas a media voz.
 — ¿Quieres quedarte a mi lado?— decía Tom acariciando la entrepierna bañada en sangre de ella.
— ¿Quieres que encienda la luz? Pregunto luego con voz de loco cuando ella pareció reaccionar a tales caricias entre sus piernas.
Pero ella no dijo nada.
Así que Tom continuo:
—Estas desapareciendo...
Solo veo imágenes de nuestro adiós. Recuerdo cuando solíamos creer que nuestro amor sobreviviría. El dolor que me diste me dejo completamente solo...No puedo creer que todo haya terminado así. No quiero olvidarte. Olvidare tu adiós.
Pero a ti nunca te olvidare. — Besó los labios indolentes de ella.
Acto seguido rompió a llorar.


Y fue aquí donde entraste tú, mientras Tom lloraba abrazando al cadáver y le decía algo a media que yo no entendí. Yo los miraba, igual que tú, sin saber bien donde poner las manos.


Tom decía:
“Adiós, adiós.
En mis sueños veré que los adioses no son para siempre.
Por favor sígueme a las fronteras del destino.
No quiero dejarte nunca.
La novia que cae grita: adiós…
Por favor sígueme a las fronteras del destino”


Abrazó al cadáver una vez más, luego besó sus labios guindas y se levantó tratando de aparentar fortaleza, pero las rodillas no soportaron mucho. Cayó una vez más.
Lanzo sus manos en búsqueda de la navaja culpable de todo, la encontró en medio de un charco de sangre sobre la alfombra.
La guardo en el estuche sin limpiarla. La miro a ella unos segundos más.
Se incorporó, se dirigió con pasos cortos y dolorosos a la ventana.
Y se quedó mirando a la nada.


— ¡Debiste detenerme! —
Grito con todas sus fuerzas antes de lanzarse al vacío.


No pude hacer más que lanzarme tras él.
Somos uno mismo.




miércoles, 4 de enero de 2012

Una carta para un adiós

Esta es una colaboración.
Un amigo mio tiene una amiga que escribe, y quiere que la publique por aca.



Espero que les guste.

Una carta para un adiós
Anoche quise decirte algunas cosas, pero no pude, siempre me es difícil decir que pienso o siento cuando te tengo cerca, por eso elijo la mentira o el disimulo en esos momentos, para esconderme.


Esto explica porque estas leyendo este papel en lugar de estar escuchando mi explicación. Ya me conoces. ¿No? Quizá para mi sea mas fácil expresarme en un papel que frente a tu linda mirada.


Quiero que sepas que he decidido olvidarme de ti. Que mi mente no recuerde nunca más nada tuyo. Tengo demasiadas ilusiones rotas como para seguir imaginando nuevas y solo recibir indiferencias.
Pienso en ti, te deseo y no estás. Siento ser una molestia en tu vida. No digas que no. No pienses ahora que no. Se que me quieres, pero tienes tu vida, y yo únicamente paso y estorbo; cualquier ciego puede verlo. Las razones se han juntado para decidir: serán estos los últimos días que nos hablaremos y pronto no sabrás de mi ni yo de ti. Voy a olvidar todo. Tu dirección, aunque ya no vivas en ese mágico lugar que nos conocimos. Tus mensajes; tristes, dulces, alegres que maldición sólo sirvieron para crear falsas expectativas. Estoy cansado de desearte y encontrar siempre una respuesta fría y distante.


No quiero que mi mente imagine momentos que no van a existir; porque eres distinta, porque te imagino distinta; y cuando llega la realidad, ese momento, lo imaginado no sucede, y me siento mal. Peor aun, me siento desamparado, desprotegido demasiado olvidado.


No tienes la culpa, vives tu vida. Soy yo el molesto, quien llega a fastidiar, a pretender cosas que no debe. No se porque lo hago, será tal vez porqué siempre te desee y nunca te tuve; o será que no puedo explicarlo, como no puedo explicar mis sentimientos.
Hoy (ayer), luego de verte sonreír con todos, me he dado cuenta que nunca te voy a tener. Que de nada sirve tenerte en mi mente, en mi corazón. Que no puedo evitar los celos de verte sonreír, de no sonreír conmigo. Entiendo, es mejor olvidar tu existencia, al fin, la distancia y las ocupaciones harán su trabajo. La memoria no es tan fuerte, el corazón no es tan tonto.


Si te olvido ya no sufriré, ni crearé ilusiones débiles en mi corazón, ni pensaré en ti como en una mujer. Así entonces, todo va ser mejor para ti y para mí. Para mí por las razones que te explico, para ti porque ya no tendrás esa piedrita en el zapato que te molesta.


Estamos acá, al final. No pienses que soy trágico o melodramático. Existe la necesidad de dar vuelta la página para poder seguir. No importa si el final es alegre como imaginé o triste como está sucediendo.


No hay nada más que decir.


Adiós
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